El descubridor del pergamino
El descubrimiento del pergamino fue un hallazgo azaroso, motivado probablemente por la curiosidad o por la intuición de Pedro Vindel. Este librero encontró el manuscrito en la encuadernación de un códice que había comprado del siglo XIV y que contenía la copia manuscrita de la obra ciceroniana De Officiis.
Pedro Vindel Álvarez (1865-1921) tenía 10 años cuando se marchó de Olmeda de la Cuesta (Cuenca) en la busca de una vida mejor. Instalado en Madrid, allí aprenderá a leer y allí comenzará también el camino que lo llevará a la profesión que tanta fama le reportaría.
A la vez que a este librero curioso que lo descubrió, es necesario recordar también el papel desarrollado por el erudito pontevedrés Víctor Said Armesto, a quien Vindel acudió para corroborar y precisar la importancia de aquel tesoro poético-musical que acababa de encontrar: un hito literario imprescincible para comprender el esplendor de la lírica medieval gallego portuguesa.
Pedro Vindel y el mercado de libros de viejo de la Restauración
Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, una fiebre estaba recorriendo la Vieja Europa: era la fiebre del libro raro, del libro especial. Los bibliófilos buscaban las mejores joyas para sus bibliotecas, los miembros del alta sociedad compraban libros y más libros con afán coleccionista para después venderlos cuando perdían su fortuna jugando a las cartas y los libreros de viejo procuraban los mejores ejemplares con los que tentar a sus clientes. Y eso era lo que hacía, en el Madrid de la Restauración, Pedro Vindel.
Vindel era uno de esos libreros de viejo que en la época usaban todas las tácticas posibles para encontrar obras especiales, aunque a menudo era pura cuestión de suerte. El mercado estaba en la segunda mitad del siglo XIX bastante lleno de libros medievales, ya que la desamortización por un lado y las necesidades económicas de la nobleza por otro habían hecho entrar en el circuito de libros de viejo volúmenes de esa época. Como en los siglos posteriores a la creación de esos códices las bibliotecas reutilizaban los materiales a la hora de dar cubiertas nuevas a los libros, en medio de estos volúmenes a veces se encontraban sorpresas. Fue gracias a esto por lo que Pedro Vindel hizo en 1914 uno de sus grandes descubrimientos: el del pergamino que llevaría luego su nombre.
Forrando una edición del siglo XIV de De officiis de Cicerón, Vindel encontró una versión de siete composiciones de la lírica medieval. El hoy conocido como Pergamino Vindel no solo incluía las siete cantigas, sino que además lo hacía con la partitura de seis de ellas y con el nombre de su autor, Martín Códax. Vindel publicaría a comienzos del siglo XX en formato facsímil las Siete canciones de amor, como las tituló, de Martín Códax. Más adelante, dos años después de encontrar el pergamino, se lo vendió a un coleccionista particular por 6.000 pesetas de la época. En los años 70, el pergamino fue comprado por la Pierpont Morgan Library.